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Justiniano I - Wikipedia, la enciclopedia libre

Justiniano I

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Justiniano I
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Justiniano I

Flavius Petrus Sabbatius Iustinianus o Justiniano I (11 de mayo de 48313/14 de noviembre de 565) fue emperador de Oriente desde el 1 de agosto de 527 hasta su muerte. Uno de los principales gobernantes del Imperio Bizantino, destaca especialmente por su reforma y compilación de leyes y por la expansión militar del territorio imperial que tuvo lugar bajo su reinado, sobre todo gracias a las campañas de Belisario. También es conocido como "El último emperador romano". La Iglesia Ortodoxa lo venera como santo el día 14 de noviembre.

Tabla de contenidos

[editar] Biografía

Justiniano nació en una pequeña aldea llamada Tauresina (Taor) en Iliria (cerca de la actual Skopje), en la península Balcánica, probablemente el 11 de mayo de 483. Su madre era hermana del famoso general Justino que ascendió desde el ejército a la dignidad imperial. Su tío le adoptó y se aseguró de que recibiese una educación: Justiniano siguió así el currículo educativo habitual, centrándose en la jurisprudencia y la filosofía. Avanzó en su carrera militar con gran rapidez, y se abría ante él un gran futuro cuando, en 518, Justino se convirtió en emperador. Justiniano fue nombrado cónsul en 521, y posteriormente general del ejército de oriente. Mucho antes de que Justino le hiciese co-emperador el 1 de abril de 527, ya participaba en las actividades de gobierno.

Cuatro meses después, Justiniano pasó a ser el único soberano tras la muerte de Justino. Su reinado tendría un gran impacto en la historia mundial, dando lugar a una nueva era en la historia del Imperio bizantino y de la Iglesia Ortodoxa. Fue un hombre con una capacidad de trabajo fuera de lo común, que tenía un carácter afable, moderado y alegre, pero que también podía ser artero y falto de escrúpulos cuando le convenía. Fue el último emperador que intentó recuperar los territorios que poseyó el Imperio Romano en tiempos de Teodosio I, y con este fin, puso en marcha grandes campañas militares. También desarrolló una colosal actividad constructiva emulando la de los grandes emperadores romanos del pasado. Partiendo de la premisa de que la existencia de una comunidad política se fundaba en las armas y las leyes, prestó especial atención a la legislación y pasó a la posteridad por su codificación del derecho romano (el Codex Justinianus y las Novellae Constitutiones).

En 523 se casó con Teodora, una ex-actriz; hasta entonces, las actrices resultaban socialmente próximas a las prostitutas, y en el pasado, a Justiniano le habría resultado imposible casarse con ella, pero Justino había aprobado una ley que permitía los matrimonios entre distintas clases sociales, lo que llevaría, ya en el reinado de Justiniano, a una cierta atenuación de las diferencias sociales en la corte bizantina. Teodora llegaría a ser una persona muy influyente en la política del Imperio, y algunos emperadores posteriores seguirían el precedente de Justiniano casándose fuera de la clase aristocrática.

Procopio de Cesarea es nuestra fuente principal para la historia del reinado de Justiniano, aunque también contribuye con muchos detalles de interés la crónica de Juan de Éfeso, que se conserva como fundamento de muchas otras crónicas posteriores. Ambos historiadores hicieron comentarios a veces muy negativos sobre Justiniano y Teodora; Procopio, además de su historia, escribió otra Historia Secreta que recoge varios escándalos de la corte. Las Historias de Agatías reseñan los sucesos acaecidos desde el año 552 hasta 558 o 559.

La segunda mitad de su reinado se vio ensombrecida por la epidemia de peste que se hizo virulenta a partir del año 542.

Teodora murió en 548 y Justiniano la sobrevivió casi veinte años, para morir el 13 ó 14 de noviembre de 565.

[editar] Actividad jurídica

Justiniano ha tenido una gran influencia en la historia debido a sus revolucionarias medidas por las que organizó el derecho romano siguiendo la clasificación que se convertiría en la base para el derecho en muchos países actuales. El 7 de abril de 529 se publicó una primera versión del Corpus Juris Civilis dividida en tres partes: código antiguo, nuevo código, Digesto o Pandectae, las Institutiones y las novelas (nuevas constituciones). Un grupo de comisionados, encabezados por el cuestor Triboniano, preparó el Corpus en latín, la lengua tradicional del Imperio romano, aunque muchos ciudadanos del Imperio oriental apenas la entendían. El Authenticum, o Novellae Constitutiones, una recopilación de nuevas leyes emitidas durante el reinado de Justiniano, completó posteriormente el Corpus. Estas Novellae se publicaron en griego, la lengua común del Imperio.

El Corpus contiene la base de la jurisprudencia romana (incluido el derecho canónico: ecclesia vivit lege romana) y, para los historiadores, aporta una valiosa fuente para comprender los intereses y actividades del Imperio romano tardío. En tanto que recopilación, reúne muchas fuentes en las que se expresaban o publicaban las leges (leyes) y otras normas: leyes en sentido estricto, consultas senatoriales (senatusconsulta), decretos imperiales, casuística y opiniones de juristas e interpretaciones (responsa prudentum).

[editar] Actividad militar y campañas de Belisario

Mapa del Imperio Bizantino en 550 d.C. En verde las conquistas durante el reinado de Justiniano I
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Mapa del Imperio Bizantino en 550 d.C. En verde las conquistas durante el reinado de Justiniano I

[editar] Política exterior basada en el Recuperatio Imperii

La ideología de la Recuperatio Imperii es una formulación que responde a unos sentimientos extendidos entre amplias capas de la población de la Pars Occidens (sobre todo entre el elemento senatorial urbano y sectores vinculados con la administración) y en parte del gobierno del Imperio de Oriente, que intelectualmente juega al juego de la continuidad imperial en Occidente; de hecho, el sentimiento de romanitas se encuentra -en el siglo VI- ampliamente extendido en Occidente y en Oriente es correspondido por la ideología oficial del gobierno imperial -según la cual el Imperio no se hundió en Occidente sino que los bárbaros gobiernan allí en nombre del emperador de Oriente- y por parte de la intelligentsia de Constantinopla (por ejemplo, es el caso del escritor Juan Lido, contemporáneo de Justiniano). Estos sentimientos son aprovechados por la administración justinianea para realizar, precisamente, una política en consonancia con ellos (fuese sincera o interesada).

[editar] Campañas contra el Reino vándalo (533 – 534)

En mayo de 530, el monarca probizantino Hilderico fue depuesto por su primo Gelimer aduciendo a que su falta de personalidad habían llevado a los vándalos a ser derrotados por las tribus moras. Las protestas de Justiniano de que Hilderico pudiera regresar a Constantinopla no fueron escuchadas, por lo que preparó con cuidado una campaña que debía combinar eficacia militar y sobriedad de costes. Juan de Capadocia, responsable de las finanzas del Imperio y opuesto a la guerra, accedió al final a llevar los gastos de la campaña de una forma rígida. Belisario, el general más brillante de Oriente fue el encargado de llevar las armas.

La decisión de atacar el reino vándalo coincidieron con la aparición en este de una serie de debilidades. La simbiosis entre invasores e invadidos no llegó nunca a consolidarse, lo cual generó hostilidades con los últimos. El miedo a revueltas internas había conducido a la desfortificación de los núcleos urbanos por miedo a que acogieran revueltas. A su vez un general godo que regía Cerdeña en nombre del monarca de Cartago pretendió con ayuda militar oriental gobernar de forma independiente, pero fue detenido por Gelimer antes de que dicha ayuda llegara.

La flota oriental abandonó los puertos de Constantinopla a mediados de junio de 533 y vía Sicilia alcanzó las costas africanas al cabo de tres meses. Belisario encontró escasa resistencia, y tras un victorioso encuentro con los vándalos de Ad Decimum, ocuparía Cartago dos días después. Gelimer, temeroso de que entronizaran al depuesto rey, ejecutó a Hilderico antes de la caída de Cartago y huyó a los rebordes montañosos. Finalmente optó por entregarse a finales de marzo de 534. Belisario lo condujo hasta Constantinopla, donde el general fue recibido con grandes honores, reservados al Emperador. La provincia fue anexionada al Imperio, a pesar que las tribus periféricas supusieron un peligro durante más de una década.

[editar] Campañas contra el Reino Ostrogodo (540 – 554)

A la muerte de Teodorico el control de la política ostrogoda cayó en manos de su hija Amalasunta, la cual ejerció el poder en nombre del rey niño Atalarico, hasta que este falleció en 534. La regencia se caracterizó por un viraje político hacia Oriente, generando una fuerte oposición interna. La pronta desaparición de su hijo forzó a la regente a la búsqueda de un monarca formal tras el que seguir moviendo los hilos del gobierno. El elegido fue Teodato, con el que contrajo matrimonio a fines de 534, este pronto se alejó del palacio de Ravena y ordenó la eliminación de su mujer en abril de 535 posiblemente a instigación de Teodora que buscaba un casus belli para la intervención de Justiniano.

Ese mismo año Justiniano daría dos golpes de mano que le permitieron tomar Silicia al mando de Belisario y Dalmacia por Ilírico Mundo. Teodato recurrió a una embajada papal, pero se envió una embajada Imperial paralela al propio monarca ostrogodo para establecer un acuerdo secreto de cesión de Italia al imperio. Los diversos contratiempos que atravesaba el Imperio en ese momento, como la revuelta de África y la recuperación de territorios por germanos en Dalmacia indujeron a Teodato a romper el compromiso y a hacer frente a los ejércitos de Justiniano.

Justiniano reorganizó la jerarquía militar para poder poner al frente de las campañas italianas a Belisario ya que Mundo había fallecido en la ofensiva de Dalmacia. En su lugar se puso a Constantiniano, que recuperó la ofensiva en Dalmacia, reocupando Salona y expulsando a los ostrogodos de la región. Belisario ocupó Nápoles y finalmente Roma a comienzos de diciembre. Teodato, antes de la caída de Roma, fue depuesto por Vitiges, comandante de su guardia personal que demostró tener gran capacidad para las artes guerreras y puso sitio a Roma.

El precio de la conquista del reino ostrogodo quizá podría considerarse excesivo. Se provocaron continuas campañas de desgaste, siendo víctima principal la población itálica que sufrió la destrucción de su tejido social, productivo, político y fue azotada por la peste. Los veinte años de lucha aceleraron dramáticamente la transición al mundo medieval. Roma perdió su entidad urbana y dejó de ser la ciudad por antonomasia del mundo Mediterráneo.

La Pragmática Sanción de 554, mediante la cual Italia era reintegrada al Imperio Romano, ratificaba la situación de facto al otorgar a los obispos el control de diversos aspectos de la vida civil (como la actividad de los jueces civiles) y la administración de las ciudades, poniéndolos a cargo del aprovisionamiento, la anona y los trabajos públicos, al tiempo que quedaban exentos de la autoridad de los funcionarios imperiales.

[editar] Campañas contra el Reino Visigodo (552)

A finales de 552 Justiniano podía considerar la campaña itálica como finalizada, accediendo ese mismo año a la petición de ayuda formulada en el 551 por el rebelde visigodo Atanagildo a cambio de una franja costera desde Valencia a Cádiz. La colaboración oriental fue decisiva para decantar la guerra civil en el reino peninsular hispano a favor de aquel candidato frente a Agila. Pero la compensación territorial nunca fue plataforma para la conquista de la antigua Hispania, de hecho, las zonas concedidas en 552 comenzaron a menguar en las décadas siguentes, especialmente durante el reino de Leovigildo, hasta su evaporación en el 624


[editar] Frente al Imperio Persa

La “paz perpetua”, firmada en 532 entre Bizancio y el Imperio Persa, resultó menos duradera de lo que su pomposa formulación declaraba. El rey Cosroes I esperó la oportunidad de atacar ventajosamente territorio imperial, la cual se presentó pronto, dada la creciente debilidad de la fortaleza militar en Oriente, puesto que las reconquistas en África o Italia se realizaron con tropas y mandos sustraídos de aquella zona y las tropas guarnecidas se debilitaban por la falta de un pago puntual. Justiniano a la par intentó reforzar el domino el la zona mediante la construcción de fortalezas nuevas en la zona.

En el 540 el monarca sasánida Cosroes I desató las hostilidades con una devastadora incursión hasta el Mediterráneo, coronada con la conquista de Antioquía. La defensa de la ciudad no pudo aguantar el asalto persa a pesar de tener una guarnición de 6000 hombres, hecho que manifiesta la debilidad de la zona oriental. La pérdida de Antioquía supuso una enorme carga simbólica.

Las zonas de Armenia y el cáucaso también fueron objetivo del monarca persa, siendo Constantinopla traicionada por el rey de Lazica. Belisario fue llamado inmediatamente. Su presencia en el frente norte frenó la acometida persa en la zona. Pero fue, sin lugar a dudas, un elemento no bélico el que obligó a Persia a replantear su ofensiva: La peste que asolaba su reino en el 545. Por su culpa se vio forzada a firmar una tregua de cinco años, renovada en 551 y en 557, forzada por el desgaste de ambas partes se firmó finalmente la paz en el año 561. Constantinopla se comprometió a enviar un fuerte tributo y a no enviar penetraciones cristianas más allá del Cáucaso.

[editar] Frente a los eslavos

Los eslavos ocupaban una zona geográfica intermedia entre los conjuntos germánicos y esteparios. Esto, sumado a una variedad de pueblos, hacia que las incursiones fueran habituales en los Balcanes. A pesar de las contundentes victorias anteriores de Germano y Mundo sobre eslavos y búlgaros, estos últimos penetraron profundamente en el espacio griego a comienzos de 540 hasta llegar al istmo de Corintio, en la típica incursión de botín y cautivos que no produjo daños de cuantía ni la pérdida de puntos de importancia. Los eslavos por su parte llegaron hasta Dyrrachion. Las expediciones de los cotrigures fueron más contundentes, llegando a cruzar el Danubio helado y llegando sin oposición hasta Mesia y Escitia donde llegaron a Tracia y dividió sus fuerzas en dos pelotones de saqueo. El mismo Zabergan se presentó en Constantinopla con 7000 jinetes, Belisario tuvo que salir de su retiro para liderar una contraofensiva que conjuró la amenaza.


[editar] Abolición de las religiones no cristianas

La política religiosa de Justiniano reflejó la convicción imperial en que la unidad del Imperio presuponía necesariamente la unidad de fe; y ello significaba indudablemente que esta fe sólo podía ser la ortodoxa. Aquéllos que profesasen una fe distinta serían conscientes de que el proceso iniciado en la legislación imperial con Constancio II continuaba ahora con fuerza. El Codex recogía dos leyes (Cod., I., xi. 9 y 10) que decretaban la destrucción total del Helenismo, incluso en la vida civil, y sus disposiciones sería puestas en práctica con vigor. Las fuentes contemporáneas (Juan Malalas, Teófanes y Juan de Éfeso) refieren graves persecuciones, incluso de personas en las altas esferas.

Quizá el hecho más reseñable tuvo lugar en 529 cuando la Academia platónica de Atenas pasó a estar bajo control estatal por orden de Justiniano, consiguiendo así la extinción real de esta escuela del helenismo. El paganismo sería activamente reprimido: sólo en Asia Menor, Juan de Éfeso afirma haber convertido a 70.000 paganos(cf. F. Nau, en Revue de l'orient chretien, ii., 1897, 482). También otros pueblos aceptaron el cristianismo: los hérulos (Procopio, Bellum Gothicum, ii. 14; Evagrio, Hist. eccl., iv. 20), los hunos que habitaban junto al Don (Procopio, iv. 4; Evagrio, iv. 23), los abasgios (Procopio, iv. 3; Evagrio, iv. 22) y los tzani (Procopio, Bellum Persicum, i. 15) en el Cáucaso.

El culto de Amón en Áugila en el desierto libio fue prohibido (Procopio, De Aedificiis, vi. 2), de igual modo que los restos del culto de Isis en la isla de Philae junto a la primera catarata del Nilo (Procopio, Bellum Persicum, i. 19). El presbítero Julián (DCB, iii. 482) y el obispo Longino dirigieron una misión a la tierra de los nabateos (Juan de Éfeso, Hist. eccl., iv. 5 sqq.), y Justiniano trató de reforzar el cristianismo en Yemen, enviando allí a un eclesiástico egipcio (Procopius, Bellum Persicum, i. 20; Malalas, ed. Niebuhr, Bonn, 1831, pp. 433 sqq.).

También los judíos sufrieron estas medidas, pues, no sólo vieron restringidos sus derechos civiles por parte de las autoridades (Cod., I., v. 12), que asimismo amenazaron su privilegios religiosos (Procopio, Historia Arcana, 28), sino que, por su parte, el emperador interfirió en los asuntos internos de la sinagoga (Nov., cxlvi., 8 feb. 553) y prohibió el uso de la lengua hebrea para el culto divino. A aquéllos que se opusiesen a estas medidas se les amenazaba con castigos corporales, el exilio y la pérdida de sus propiedades. Los judíos de Borium, cerca de la Gran Sirte, que habían opuesto resistencia a Belisario durante su campaña contra los vándalos, tuvieron que convertirse al cristianismo y su sinagoga fue transformada en una iglesia (Procopio, De Aedificiis, vi. 2).

El emperador se encontró con una mayor resistencia entre los samaritanos, que resultaron más refractarios al cristianismo y se rebelaron repetidas veces. Justiniano les hizo frente con rigurosos edictos, pero no pudo evitar que a finales de su reinado se produjesen hostilidades contra los cristianos en Samaria. La política de Justiniano también suponía la persecución de los maniqueos, con el consiguiente exilio y amenaza de pena capital (Cod., I., v. 12). En Constantinopla, en un caso, un cierto número de maniqueos fue ejecutado en presencia del propio emperador: algunos quemados y otros ahogados (F. Nau, en Revue de l'orient, ii., 1897, p. 481).

[editar] Política eclesiástica

De igual modo que en su administración secular, el despotismo estaba presente en la política eclesiástica imperial. Justiniano trató de regular todo, tanto en la religión como en la ley.

A comienzos de su reinado, consideró oportuno promulgar por ley su creencia en la Trinidad y en la Encarnación, y amenazar a todos los herejes con sanciones (Cod., I., i. 5); mientras que declaraba a continuación que a través de la ley pretendía privar a quienes fuesen contrarios a la ortodoxia de ejercer como tales (MPG, lxxxvi. 1, p. 993). Hizo del credo niceno-constantinopolitano el símbolo único de la Iglesia (Cod., I., i. 7), y confirió fuerza legal a las disposiciones canónicas de los cuatro concilios ecuménicos (Novellae, cxxxi.). Los obispos que asistieron al Segundo Concilio de Constantinopla en 536 reconocieron que en la Iglesia no se podía hacer nada en contra de la voluntad y de las órdenes imperiales (Mansi, Concilia, viii. 970B); aunque también es cierto que el emperador no dejó pasar ninguna oportunidad para reafirmar los derechos de la Iglesia y el clero, así como proteger y extender el monaquismo.

De hecho, si no fuese por lo evidente del carácter despótico de sus medidas, casi cabría la tentación de apodarlo “padre de la Iglesia”, pues, tanto el Codex como las Novellae contienen numerosas normas sobre donaciones, fundaciones y la administración de la propiedad eclesiástica; la elección y derechos de los obispos, sacerdotes y abades; la vida monástica; las obligaciones de residencia del clero; el modo de llevar a cabo las ceremonias; la jurisdicción episcopal, etc. Justiniano también reconstruyó la iglesia de Santa Sofía, cuya construcción original había sido destruida durante las revueltas Niká. La nueva Santa Sofía, con sus numerosas capillas y altares, su gran cúpula dorada y sus extraordinarios mosaicos, se convirtió en el centro y monumento más visible de la ortodoxia oriental en Constantinopla.


[editar] Relaciones con Roma

A partir de mediados del siglo V, los emperadores de Oriente tuvieron que enfrentarse con problemas cada vez más graves en el campo de la política eclesiástica. Los radicales de cualquiera de las tendencias se sentían rechazados por el credo que había adoptado el Concilio de Calcedonia con la intención de mediar entre las distintas posturas dogmáticas. La carta del papa León I a Flaviano de Constantinopla fue considerada en el Este como obra de Satán, de modo que nadie quería oír hablar de la iglesia de Roma. Los emperadores, sin embargo, se enfrentaban a un doble problema: por un lado tenían que mantener una política de preservación de la unidad entre Oriente y Occidente, entre Constantinopla y Roma, y esto sólo era posible si no se desviaban de la línea definida en Calcedonia. Por otra parte, las facciones que en Oriente se habían visto más afectadas y apartadas a raíz del Concilio de Calcedonia, debían ser moderadas y apaciguadas. Este problema sería en la práctica más complejo ya que los grupos disidentes orientales superaban a los partidarios de Calcedonia en Oriente, tanto en fuerza numérica como en habilidad intelectual, de modo que el curso de los hechos demostraría la incompatibilidad de ambos objetivos: quien optase por Roma y Occidente debía renunciar a Oriente, y viceversa.

Justiniano se estrenó en el campo de la alta política eclesiástica poco después del ascenso al trono de su tío en 518, poniendo fin al cisma monofisita que había dominado las relaciones entre Roma y Bizancio desde 483. El reconocimiento del a sede romana como máxima autoridad eclesiástica (cf. Novellae, cxxxi.) fue la clave de su política occidental, lo que resultó ofensivo para muchos en Oriente; sin embargo, no dudó en actuar de forma despótica en sus relaciones con los papas, en concreto con Silverio y Vigilio. Su política ante Roma, aunque a veces incoherente, no dejaba de ser una política de grandes miras, y aunque nunca pudo llegarse a un acuerdo, por el rechazo del ala más dogmática de la iglesia, gracias a sus sinceros esfuerzos de reconciliación se ganó la aprobación de la mayor parte de la iglesia. Una muestra de tal actitud la tenemos en la controversia teopasquita: al principio Justiniano creía que se trataba de una cuestión meramente lingüística, pero poco a poco se dio cuenta de que la fórmula en discusión no sólo debía ser ortodoxa, sino que también podía ser útil como medida conciliatoria ante los monofisitas, e intentó en vano este acuerdo en la conferencia religiosa con los seguidores de Severo de Antioquía en 533.

De nuevo, Justiniano aprobó el decreto con el edicto religioso de 15 de marzo de 533 (Cod., L, i. 6), y se congratuló de que el papa Juan II admitiese la ortodoxia de la confesión imperial (Cod., I., i. 8). De este modo remedió en parte el grave error que había cometido tiempo atrás, después del ascenso de Justino, cuando indujo una persecución de los obispos y monjes monofisitas, y se enemistó así con las poblaciones de muchas regiones y provincias. Su objetivo constante era ahora ganarse a los monofisitas, sin tener que abjurar el credo de Calcedonia. Para muchos miembros de la corte no llegó lo suficientemente lejos en este sentido: en concreto Teodora se habría alegrado de ver a los monofisitas más favorecidos. Justiniano, sin embargo, se reprimió en este tipo de medidas a causa de las complicaciones que se habrían desatado con Occidente.


Predecesor:
Justino I
Emperador del Imperio Bizantino
527 - 565
Sucesor:
Justino II

Este artículo contiene textos de la Schaff-Herzog Encyclopedia of Religion.

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