Trotskismo
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El trotskismo es la versión del comunismo marxista-leninista desarrollada por León Trotsky y que, en términos generales, representan una contraposición a la versión del marxismo-leninismo de Stalin, y a sus teorías sobre "socialismo en un solo país".
Busca, en ese desarrollo, reencauzar el proceso revolucionario soviético. Uno de sus pilares fundamentales sería la teoría de "la revolución permanente" descrita en su libro del mismo nombre. Otro de los documentos fundamentales sería el Programa de Transición, escrito también por Trotsky. Uno de sus análisis para entender la evolución capitalista en los países coloniales y semicoloniales fue la teoría del desarrollo desigual y combinado.
Trotsky también defendió medidas que buscaban acabar con el burocratismo dentro del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), como la rotación de cargos. Hizo aportaciones teóricas sobre el feminismo y arte, y defendió la profundización económica en el socialismo a través de planes quinquenales, los cuales posteriormente serían aplicados por Stalin.
Trotsky organizó la "Oposición de Izquierda Internacional", que hasta el ascenso de Hitler en 1933, se consideró una facción de la Internacional Comunista, pese a la persecución que sus militantes sufrían por parte del Estalinismo.
A partir de la victoria del nazismo sobre la clase obrera alemana, y de la caracterización de la Tercera Internacional stalinista como contrarrevolucionaria, Trotsky llamó a construir la Cuarta Internacional y partidos revolucionarios independientes en cada país.
En la década de 1930 postuló el entrismo en los partidos socialistas, como forma de facilitar la inserción de los grupos trotskistas en el movimiento obrero. Este trabajo debía hacerse siempre de manera abierta y por un espacio breve de tiempo, ya que luego los trotskistas debían fundar sus propios partidos y organizaciones.
Actualmente existen, alrededor del mundo, un número elevado de organizaciones trotskistas que provienen de las agrupadas en la IV Internacional. En su momento se vieron fortalecidas en cierta forma por la caída de la Unión Soviética. En países como Francia, Argentina y Bolivia, las organizaciones trotskistas han adquirido mayor influencia que en otros, pero sin lograr un peso decisivo.