Tiberio Sempronio Graco
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Tiberio Sempronio Graco (en latín, Tiberius Sempronius Gracchus), c. 164 adC-133 adC. Notable político populista romano del siglo II adC, pertenciente a una de las más ricas y destacadas familias de Roma, los Gracos.
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[editar] Juventud
Hijo mayor de Tiberio Sempronio Graco y Cornelia, y hermano de Cayo Sempronio Graco y de Sempronia, los tres únicos de los doce hijos de este matrimonio que llegaron a la edad adulta. Educado por su madre Cornelia, tuvo excelentes maestros, como el filósofo estoico Blosio de Cumas y el retórico Diófanes de Mitilene. A los 10 años fue augur. Comenzó sirviendo como oficial durante la llamada Tercera Guerra Púnica a las órdenes del primo hermano de su madre, Escipión Emiliano, destacando en su asalto a las murallas de Cartago; se dice que fue el primero en escalarlas.
En el 137 adC fue cuestor en Hispania, esta vez bajo las órdenes de Cayo Hostilio Mancino, cuyo ejército salvó Graco de la aniquilación después de que sufrir un serio revés, al negociar con gran inteligencia un tratado con los numantinos. Esta actuación fue considerada por el Senado romano una rendición humillante, y se negó a ratificar el acuerdo, ordenando que se entregase al cónsul y al cuestor a los enemigos. El pueblo, por su parte, se opuso a la entrega de Tiberio, atribuyendo la responsabilidad a Mancino.
[editar] La reforma agraria
Tribuno de la plebe desde el 10 de diciembre de 134 adC, desde este cargo quiso solucionar el problema agrario y mejorar la desastrosa situación del campesinado itálico, implantando una serie de leyes que no fueron muy bien recibidas por la mayoría del Senado.
Desde el final de la Segunda Guerra Púnica se había expandido por toda la Península Itálica el gran latifundio, y la mayor parte de las mejores tierras se concentraron en pocas manos Los hombres que habían servido en los ejércitos durante muchos años no se reincorporaban al agro. Los campos abandonados eran vendidos a bajo precio a la oligarquía senatorial de Roma, que era la única que podía comprarlos, convirtiéndose así ésta en grandes latifundistas; al mismo tiempo esta plutocracia era la única que podía explotar todas las tierras confiscadas por el Estado romano a los partidarios de Aníbal en Italia.
Simultáneamente, la pequeña explotación agrícola dejó de ser rentable. Con la anexión a Roma de tierras muy fértiles, como Sicilia y el sur de España, comenzaron a llegar a Italia grandes cantidades de cereales. En segundo lugar, se cayó en la cuenta de que era más rentable trabajar los latifundios con esclavos que con mano de obra asalariada y libre, que además, por las continuas guerras, escaseaba y era más cara que los esclavos, a los que sólo había que vestir y alimentar pobremente. El gran latifundio trajo consigo la aparición de un numeroso proletariado campesino, en paro forzoso y hambriento, que se refugió en Roma y en las grandes ciudades itálicas en busca de solucionar su desastrosa situación económica.
La lex agraria de Tiberio Graco pretendía el reparto de tierra procedente del ager publicus entre los ciudadanos más pobres. Para convertir el proyecto en realidad contaba con el apoyo de una factio senatorial en la que figuraba, entre otros, Apio Claudio Pulcro (cónsul en 143 adC), Publio Mucio Escévola y Publio Licinio Craso Muciano (cuya hija estaba casada con su hermano Cayo). Este círculo era contrario al que encabezaba Escipión Emiliano (al que también unían vínculos familiares, pues Escipión estaba casado con Sempronia, hermana de Tiberio y de Cayo). La ley agraria de Tiberi era bien poca cosa: pretendía limitar a 500 iugera (125 Ha.) el máximo de tierra estatal por possesor (más otras 250 suplementarias por cada hijo); de esta forma se establecía que la tierra restante debía ser devuelta para proceder a su reparto en lotes de 30 iugera (7'5 Ha.) como máximo, en las que debían asentarse cíudadanos sin tierras -en calidad de colonos a perpetuidad- mediante el pago de una simbólica contribución.
Eran propuestas razonables y plenamente coherentes con las leyes Licinias aprobadas dos siglos antes, pero Tiberio cometió el error de conducir el proyecto desde una postura de demagogia y radicalidad, una actuación populista y callejera que contrastaba con su posición social y su refinado estilo de vida. Según Plutarco, los ricos y los latifundistas, mirando por codicia y con encono a la ley y por ira y temor de su autor, trataban de seducir al pueblo, haciéndole creer que Tiberio quería introducir el repartimiento de tierras con la mira de mandar al gobierno y de trastornarlo todo.
El proyecto preveía que la puesta en marcha de la operación corriera a cargo de una comisión de tres miembros (Illviri agris dandis adsignandis iudicandis) elegida anualmente, despertando la violenta oposición de la aristocracia senatorial. La ley encontró un oponente legal en la persona de un tribuno de la plebe, Marco Octavio, pariente amigo íntimo de Graco, que, por tener grandes posesiones de tierras y a instancia de los latifundistas, vetó a la propuesta de Tiberio (intercessio), con lo que se desechó la ley, que no podía ser sujeta a votación con el voto de un tribuno en contra.
[editar] Luchas políticas y muerte
Tiberio retiró la ley y propuso una segunda más dura contra los latifundistas mandándoles ya dejar las tierras que poseían contra la legislación establecida. Tiberio estaba empeñado en llevar adelante la aplicación de la ley y sugirió a Octavio que, si retiraba el voto, le pagaría de su propio bolsillo las tierras que tenía del ager publicus. El tribuno no aceptó esta proposición y Tiberio recurrió a un procedimiento legal, cual era la suspensión de las funciones de todas las magistraturas hasta que se votase la ley.
Puso entonces en manos del Senado la decisión de la ley, pero con este procedimiento sólo consiguió unir a la causa del Senado la de los latifundistas. Entonces Tiberio recurrió a un procedimiento totalmente ilegal, el de deponer a su colega Octavio de su magistratura en una votación de los comicios, hecho sin precedentes y contrario al mos maiorum que fue interpretado por muchos senadores (incluso por algunos partidarios de la reforma) como un acto revolucionario y anticonstitucional. Con Minucia, fiel a los proyectos de Tiberio, como sustituto de Octavio, la asamblea popular no tuvo dificultades para la aprobación, por unanimidad, del proyecto de ley, eligiéndose a los tres miembros de la comisión: Tiberio, su hermano Cayo y su suegro Apio Claudio. Con ello dio la impresión de que la repartición de las tierras era un chanchullo de familia que iba a enriquecer aún más a los Graco.
La aplicación de la ley tenía dificultades, no siendo la menor el que los nuevos dueños de las tierras no tenían dinero para empezar las explotaciones, y el Estado tampoco se lo podía proporcionar. En este momento llegó a Roma una embajada del reino de Pérgamo, que comunicó que, por testamento, el último rey, Átalo III, había nombrado heredero de su reino y su fabulosa fortuna al pueblo romano. Tiberio propuso inmediatamente una ley para que este dinero se repartiera entre los nuevos propietarios para la compra de los utensilios de labor, y
Ello molestó profundamente a la plutocracia senatorial, que vio cómo se le escapaba de las manos un gigantesco negocio. Tiberio pretendía que todos los asuntos públicos dejaran de ser competencia del Senado para pasar a la decisión directa de los Comicios. La oligarquía acudió a la calumnia, haciendo correr el rumor de que el embajador de Pérgamo, Eudemos, había entregado a Tiberio la diadema y le había saludado con el título de rey, teniendo por cierto que había de reinar en Roma, lo cual era falso.
Tiberio propuso otras leyes que tendían a mermar el poder del Senado, y a trasladarlo al pueblo, cuales eran: la apelación al pueblo en los juicios, en los que participaría también el orden ecuestre, acortar el tiempo del servicio en filas y dar más facilidades a los aliados para la obtención de la ciudadanía romana, lo que agudizó más el nerviosismo de la oposición senatorial, encabezada por Escipión Nasica.
En el verano del 133 se convocaron los comicios que debían decidir la reelección de Tiberio como tribuno de la plebe, lo cual, sin estar expresamente prohibido, atentaba contra la costumbre establecida; de hecho, para tratar de lograr sus reformas, tuvo que adoptar medidas dudosamente constitucionales, argumento que utilizaron sus detractores para minar su apoyo entre los senadores.
Tiberio Graco murió asesinado a golpes el día que se presentaba a un nuevo mandato, cuando un grupo de exaltados senadores y hombres armados, encabezados por Escipión Nasica, masacró entre 200 y 300 seguidores de los Graco con mazas y estacas, en el espacio abierto del templo capitolino. Tiberio murió de un mazazo en la nuca. Su cuerpo fue arrojado al Tíber, negándosele toda sepultura, mientras Nasica era destinado, prudentemente, a una misión en Asia, y Escipión Emiliano justificaba en cierta medida su asesinato. Sus esfuerzos por una reforma agraria fueron continuados por su hermano Cayo, el cual fue también asesinado por los mismos motivos.
[editar] Bibliografía recomendada
- Asimov, Isaac. La república romana. Alianza, Madrid, 1981. ISBN 84-206-3534-0
- Grimal, Pierre. El mundo mediterráneo en la edad antigua III. La formación del Imperio Romano. Siglo XXI, Madrid, 1990. ISBN 84-323-0168-X
- Le Glay, Marcel. Grandeza y decadencia de la República Romana. Cátedra, Madrid, 2001. ISBN 84-376-1895-9
- Montanelli, Indro. Historia de Roma. Nuevas ediciones de Bolsillo, Barcelona, 2001. ISBN 84-8450-595-2
- Plutarco de Queronea. Vidas paralelas. Alba, Alcobendas, 1997. ISBN 84-89715-45-9
- Roldán Hervás, José Manuel. Historia de Roma I: la República Romana. Cátedra, Madrid, 1987. ISBN 84-376-0307-2
- La crisis de la República : de los Gracos a Sila. Liceus, Servicios de Gestión y Comunicación, S.L. ISBN 84-96359-29-8