Septimania
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Septimania constituía la región occidental de la provincia romana de Galia Narbonense que pasó bajo control del reino visigodo en 462, cuando Septimania fue cedida a Teodorico II, rey de los visigodos. Correspondió grosso modo con la región francesa moderna de Languedoc-Rosellón.
Existen varias teorías acerca del origen del nombre. La más plausible hacer derivar éste de parte del nombre romano de la ciudad de Béziers, Colonia Julia Septimanorum Beaterrae, el cual a su vez se refiere al establecimiento de veteranos de la legión VII en la ciudad. Otro origen posible es una referencia a las siete ciudades del territorio: las actuales Elne, Agde, Narbona, Lodève, Béziers, Maguelonne y Nimes. Septimania se extendía hasta el noroeste hasta una línea a medio camino entre el mar Mediterráneo y el río Garona; en el este, el Ródano lo separaba de Provenza; al sur su límite lo formaban los Pirineos.
Después de la derrota de los visigodos ante el rey franco Clodoveo en la batalla de Vouillé (507), éstos se llevaron al rey Amalarico, aún un niño, hacia Hispania, para garantizar su seguridad. Aquitania pasó a manos de los francos, y Septimania, con otros territorios visigodos de la Galia, fueron gobernados por el abuelo materno del muchacho, el rey ostrogodo Teodorico el Grande, que creó el primer reino de Septimania en 509, conservando su capital tradicional en Narbona, y designando como su regente a un noble ostrogodo llamado Teudis. En 522 el joven Amalarico fue proclamado rey, y cuatro años más tarde, a la muerte de Teodorico, asumió todos los poderes reales en los territorios de Hispania y en Septimania, abandonando Provenza a su primo Atalarico. Se casó con Clotilda, hija de Clodoveo, pero se encontró, como otros maridos reales de princesas merovingias, con que el enlace le trajo la pena de una invasión franca, en la cual perdió su vida en 531, en tanto que la arriana Septimania visigoda, la última parte de la Galia que quedaba en manos visigodos, fue convertida oficialmente al catolicismo.
En los turbulentos años que precedieron a la caída del reino visigodo, la región no escapó a las luchas nobiliarias. Durante el reinado de Witiza, el duque de la Septimania, Paulus, se levantó contra el rey en 673. Llegó a dominar toda la zona y a proclamarse rey, aunque fue finalmente derrotado por Witiza. Tras la invasión musulmana, el último rey visigodo, Ardón, resistió en la Septimania durante unos años. Sin embargo, los musulmanes, bajo Al-Samh ibn Malik, valí (gobernador) de al-Andalus, tomaron Septimania en 719. Al-Samh instaló su capital a partir de 720 en Narbona, a la que denominaron Arbuna, ofreciendo a los habitantes, en gran parte arrianos todavía, condiciones generosas y pacificando rápidamente las otras ciudades de la zona. Con Narbona en sus manos, y lo que es igualmente importante, con su puerto, la marina árabe señoreaba entonces el Mediterráneo occidental, lo que le permitió someter rápidamente las ciudades que aún resistían, aún controladas por sus condes visigodos: tomando Alet, Béziers, Agde, Lodève, Maguelonne y Nimes. Hacia 721 recibió refuerzos y puso sitio a Tolosa, una posesión que le abriría las puertas de Aquitania en los mismos términos que Septimania. Pero sus planes fueron echados a perder en la desastrosa batalla de Tolosa (721), en la que sufrió pérdidas inmensas ante el duque Odón de Aquitania, siendo Al-Samh herido tan seriamente que murió poco después en Narbona. Sin embargo, las fuerzas árabes asentadas sólidamente en Narbona y abastecidas fácilmente por mar, siguieron su expansión hacia el este durante los 720s, penetrando incluso hasta Autun (725), en Borgoña. Pero en 731, el valí bereber de Narbona y de la región de Cerdaña, Uthman ibn Naissa, llamado "Munuza" por los francos, que había emparentado recientemente por matrimonio con el duque Odón de Aquitania, se rebeló contra el valí de al-Andalus en Córdoba, pero fue derrotado y muerto. De esta forma, la fuerza árabe relativamente pequeña comandada por el propio valí de Córdoba, Al-Gafiqi, que avanzaba por la parte occidental de Aquitania, se encontró con las tropas de Carlos Martel entre Tours y Poitiers, siendo derrotado y muerto en octubre 732, en la magnificada batalla de Poitiers, que cortó el avance musulmán por Europa occidental.
Después de que el territorio alrededor de Tolosa fuera conquistado por los francos en 732, Pipino III dirigió su atención a Narbona, pero la ciudad se mantuvo firme en 737, defendido por su población visigoda y judía bajo el mando de su gobernador Yusuf, heredero de Abd er-Rahman. Alrededor de 747 el gobierno la región de Septimania (y la marca superior, de los Pirineos al río Ebro) fue otorgado a Aumar ben Aumar. En 752 los condes godos de Nimes, Magalona, Agde y Béziers rechazaron la soberanía del valí de Córdoba y declararon su lealtad al rey franco, quizá liderados por Arsemundo, conde de Nimes, que parecía tener cierta autoridad sobre los condes restantes. Los condes godos y los francos comenzaron entonces a sitiar Narbona, donde Miló era probablemente el conde (como succesor del conde Gilberto). Pero Narbona resistió. En 754 una reacción antifranca, conducida por Ermeniardo, mató a Ansemundo, pero la sublevación no tuvo éxito finalmente y Radulfo fue designado nuevo conde de Narbona por la corte franca. Cerca de 755 Abd al-Rahman ben Uqba sustituyó a Aumar ben Aumar. Narbona finalmente capituló en 759 y el condado fue concedido a Miló, el conde godo durante el dominio musulmán. La región de Rosellón fue tomada por los francos en 760. En 767, después de que la lucha contra Wifredo de Aquitania, Albi, Rouergue, Gevaudan y la ciudad de Tolosa fueron conquistadas por los francos. En 777 los valíes de Barcelona, Sulayman al-Arabi, y Huesca, Abu Taur, ofrecieron su sumisión a Carlomagno, y también la de Husayn, valí de Zaragoza. Cuando Carlomagno invadió la marca superior en 778, Husayn rehusó someterse y las tropas francas tuvieron que retirarse. En los Pirineos, los vascones le infringieron una derrota en Roncesvalles (15 de agosto de 778).
El rey franco encontró Septimania y los tierras fronterizas tan devastadas y despobladas por la guerra, con los escasos habitantes ocultándose en las montañas, que hizo concesiones de la tierras que se convertirían en algunos de los feudos más tempranamente identificables a visigodos y otros refugiados. Carlomagno también fundó varios monasterios en Septimania, alrededor de los cuales la gente se agrupó para su protección. Más allá de Septimania, al sur, Carlomagno estableció la Marca Hispánica en las tierras fronterizas de su imperio.
El territorio pasó a Luís, rey en Aquitania, pero fue gobernado por margraves francos y más tarde por los duques (a partir del 817) de Septimania.
El noble franco Bernardo de Gothia (también conocido como Bernardo de Septimania) fue el soberano de estas tierras desde 826 a 832. Su carrera (lo decapitaron en 844) fue característica del turbulento siglo IX en Septimania. Su elección como conde de Barcelona en 826 ocasionó una sublevación general de los señores de los condados catalanes que consideraron esta designación como una intrusión del poder franco. Para suprimir a Berenguer de Tolosa y a los condes catalanes, Luís el Piadoso recompensó a Bernardo con una serie de condados, que delimitan grosso modo la Septimania del siglo IX: Narbona, Béziers, Agde, Magalona, Nimes y Uzés. Sin embargo, Bernardo se sublevó contra Carlos el Calvo en 843. No tuvo éxito y fue prendido en Tolosa y decapitado.
Septimania fue conocida como Gothia tras el reinado de Carlomagno. Conservó estos dos nombres mientras que fue gobernado por los condes de Tolosa durante la temprana Edad Media, pero la parte meridional llegó a ser más conocida como Rosellón en tanto que su parte occidental llegó a ser conocida como Foix , y el nombre Gothia (junto con el más antiguo de Septimania) dejó de usurse durante el siglo X, excepto como designación tradicional a medida que la región se fracturaba en entidades feudales más pequeñas, que conservaron a veces los títulos carolingios, pero perdiendo su carácter carolingio, pues la cultura de Septimania se convirtió en la cultura de Languedoc.
El nombre de Gothia se usó porque el área tenía una concentración de godos (más exactamente visigodos) más alta que regiones circundantes, dado que esta zona había sido parte del reino visigodo desde el siglo V y a que muchos nobles visigodos se habían refugiado en la zona tras la conquista musulmana de Hispania. Los soberanos de de esta área, cuando estaban compuesta por varios condados, recibieron el título de marqueses de Gothia (y, también, de duques de Septimania).