Donatismo
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El donatismo fue un movimiento religioso cristiano iniciado en el siglo IV que nació como una reacción ante el relajamiento de las costumbres de los fieles. Iniciado por Donato, obispo de Cartago, en el norte de África, aseguraba que sólo aquellos sacerdotes cuya vida fuese intachable podían administrar los sacramentos, entre ellos el de la conversión del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo (eucaristía), y que los pecadores no podían ser miembros de la Iglesia.
Así, Donato afirmaba que todos los ministros sospechosos de traición a la fe durante las persecuciones del emperador romano Diocleciano, en las que se obligaba a los cristianos a abjurar de su religión o elegir el martirio, eran indignos de impartir los sacramentos.
El donatismo fue aplicado por la Iglesia Católica para reafirmar la doctrina de la objetividad de los sacramentos, es decir, la idea de que una vez transmitida la sucesión apostólica a un hombre mediante su conversión al sacerdocio, los sacramentos que éste administre son plenamente válidos por intersección divina, independientemente de la entereza moral del clérigo.
Esta doctrina fue condenada sin éxito en el concilio de Arlés, en el año 314 y luego enérgicamente por san Agustín de Hipona, que pidió la pena de muerte para los donatistas calificándolos de apóstatas, aunque sobrevivió hasta la invasión árabe musulmana, en el siglo VII.