Carta del Atlántico
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Declaración conjunta suscrita el 14 de agosto de 1941, a bordo del acorazado Prince of Wales, "mientras navegaba en algún punto del Atlántico", por Franklin D. Rooselvelt y Winston Churchill, en representación de los Estados Unidos y Gran Bretaña, en la que manifiesta haber juzgado conveniente "hacer conocer ciertos principios comunes en la política nacional de sus respectivos países, en los cuales descansan sus esperanzas de lograr un porvenir mejor para el mundo"
[editar] Principios
Tales Principios fueron:
- No buscar para sus países el engradecimiento territorial ni de ninguna otra índole.
- No desear modificaciones territoriales que no estén de acuerdo con los deseos libremente expresados en los pueblos interesados.
- Respetar el derecho de los pueblos a elegir el régimen de gobierno bajo el cual han de vivir, deseando que se restituyan los derechos soberanos y la independencia a los pueblos que han sido despojados por la fuerza de dichos derechos.
- Esforzarse por que todos los Estados, grandes y pequeños, victoriosos o vencidos, tengan igual acceso al comercio y a las materias primas del mundo que les sean necesarias para su prosperidad económica.
- Colaboración más estrecha entre todas las naciones para conseguir mejoras en las normas de trabajo, prosperidad económica y seguridad social;
- Restablecimiento, después de destruida la tiranía Nazi, de una paz que proporcione a todas las naciones los medios de vivir seguros dentro de sus propias fronteras, y a todos los hombres en todas las tierras una vida libre de temor y de necesidad.
- Permiso a todos los hombres de cruzar libremente todos los mares, y abandono por todas las naciones del mundo del uso de la fuerza, prestando ayuda y aliento a todas las medidas prácticas que puedan aliviar de la pesada carga de los armamentos a los pueblos que aman la paz.
[editar] Actualidad
La aplicación de tan bellos principios, después de terminada la Segunda Guerra Mundial, es cosa bien conocida. No solo no se alcanzó la paz universal, sino que además desde entonces el mundo ha sido convulsionado por crueles guerras y, en los que se refiere a la restitución del derecho de todos los pueblos a elegir su régimen de gobierno, del que han sido desposeídos por la fuerza, todo ha quedado en aquellas palabras, como se demuestra con los casos de España, Hungría y Checoslovaquia, entre otros, así como los que constantemente se presencian en diferentes países americanos. Ni siquiera los dos Estados que proclamaron los conceptos contenidos en la Carta del Atlántico han mostrado su repulsa frente a la subsistencia de tales regímenes; antes bien, los han sostenido frecuentemente.