Vera Cruz (cristianismo)
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La Vera Cruz es la cruz en la que fue ejecutado Jesús de Nazaret.
Hacia el año 326 la emperatriz Helena (madre del emperador Constantino) declaró que había hallado la Vera Cruz durante un viaje a Jerusalén realizado con objeto de encontrar el Santo Sepulcro, que se hallaba perdido.
Según la Leyenda dorada de Santiago de la Vorágine, en cuanto la emperatriz —que entonces tenía ochenta años— llegó a Jerusalén, hizo someter a torturas a los judíos mas sabios del país para que confesaran cuanto supieran del lugar en el que Cristo había sido crucificado. Después de conseguir esta información, la llevaron hasta el supuesto monte de la calavera (el Gólgota), donde el emperador Adriano, 200 años antes, había mandado erigir un templo dedicado a la diosa Venus. Se cree que en realidad el monte Gólgota no existió nunca, ya que no hay ningún promontorio cerca de Jerusalén.
Santa Helena ordenó derribar el templo y excavar en aquel lugar, en donde según la leyenda encontró tres cruces: la de Jesús y la de los dos ladrones. Para averiguar cuál de las tres era la cruz verdadera (Vera Cruz), la santa ordenó que le trajeran un hombre muerto. En cuanto lo pusieron sobre la Vera Cruz el hombre resucitó.
La emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el lugar del hallazgo un fastuoso templo, la llamada Basílica del Santo Sepulcro, en la que guardaron la reliquia.
Mucho después, en el año 614, el rey persa Cosroes II tomó Jerusalén y, tras la victoria, se llevó la Vera Cruz y la puso bajo los pies de su trono, como símbolo de su desprecio a la religión de los cristianos.
Tras quince años de luchas, el emperador bizantino Heraclio lo venció definitivamente en el año 628. Poco después, en una ceremonia celebrada el 14 de septiembre de ese año, la Vera Cruz regresó a Jerusalén, llevada en persona por el emperador a través de la ciudad. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.