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Oda Nobunaga - Wikipedia, la enciclopedia libre

Oda Nobunaga

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Este artículo está titulado de acuerdo a la onomástica japonesa, en que el apellido precede al nombre.
Oda Nobunaga
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Oda Nobunaga

Oda Nobunaga (En japonés: 織田 信長) destacado daimyo y caudillo durante el período Sengoku en Japón (23 de junio de 1534 - 21 de junio de 1582). Nobunaga vivió una vida de conquista militar continua que le condujo de ser un señor menor a convertirse en el más poderoso y dominar todo el Japón central, incluyendo la corte imperial de Kyoto, antes de su violenta muerte en 1582. Como lema personal, Nobunaga había escogido: Tenka fubu, que viene a significar “someter (el país) por la espada”.

Tabla de contenidos

[editar] Vida y obra

[editar] Los Oda de Owari (1534-1551)

Emblema de los Oda
Emblema de los Oda

Oda Nobunaga nació en el castillo de Shobata el 23 de junio de 1534, como Oda Kippôshi, tercer hijo de Oda Nobuhide (c. 1508-1549), un daimio menor con tenencias pobres en la provincia de Owari. Sin embargo, sus dos hermanos mayores eran hijos de concubina, lo que le convertía en heredero del feudo de su padre. El clan Oda, era de origen relativamente reciente: descendía de los Taira y tenía poco más de tres siglos. Estaba dividido en dos ramas que luchaban por el control de los ocho distritos de Owari. La facción de Nobuhide, los Oda de Kiyosu, era la legítima gobernante, pero políticamente era mucho más débil que la de sus primos y rivales los Oda de Iwakura, a los que pertenecían dos de los tres ancianos del clan.

Pese a estas escisiones dentro su propio clan, Nobuhide logró mantener un cierto equilibrio entre las facciones y ser reconocido como daimyo. Nobuhide era un experimentado guerrero que empleó la mayor parte de su tiempo en la lucha con los clanes rivales Matsudaira e Imagawa, señores de las provincias de Mikawa y Totomi, respectivamente. Hasta 1548, las luchas entre Oda Nobuhide, Matsudaira Hirotada e Imagawa Yoshimoto fueron constantes. En 1542, Imagawa y Matsudaira marcharon sobre la frontera occidental de Owari, y Nobuhide salió a su encuentro con su hermanastro Nobuyasu, presentándoles batalla en Azukizaka. Los Oda obtuvieron la victoria tras un reñido combate, pero no de manera decisiva. Entretanto, Saitô Dosan (1494-1556), conocido como mamushi (la víbora), da un golpe de Estado y convertirse en señor de Mino. Dosan era un personaje pintoresco, la epítome del arribista sin escrúpulos, un antiguo mercader de aceite, utensilios y profesor que utilizó su poder e influencia para entrar en la corte del daimio Tôki Yorinari, hacerse magistrado, señor del castillo de Inabayama, y finalmente, apoderarse del daimiato, expulsar a Yorinari y quedarse con su mujer y su hijo, al que adoptó.

Mientras, al aún niño Nobunaga se le entregó el castillo de Nagoya, bajo la tutela del principal consejero y hombre de confianza de su padre, el destacado diplomático Hirade Masahide (1492-1553), nakatsukasa (Relaciones Públicas) del clan. Hirade era un antiguo samurai que había logrado unas excelentes relaciones con la corte imperial de Kyoto y el shogunado Ashikaga. En 1533, el regente Yamashina Tokitsugu visitó Owari, feudo de los Oda, encontrando magnífica la recepción que Masahide le preparó, alabando su maestría en las artes de la poesía y la ceremonia del té. Otra evidencia de su destacado papel diplomático fue su visita a Kyoto, en la que se ofreció a costear las reparaciones de la residencia del mikado Nara II en nombre de Nobuhide, permitiendo que el monarca viviera con cierta dignidad y desahogo.

El año 1545 vio nuevas luchas fronterizas entre los Oda y los Matsudaira, alzándose Nobuhide con una victoria que nada decidió. En 1546, Nobunaga fue declarado mayor de edad y al año siguiente tuvo su primera, aunque breve, experiencia militar, combatiendo a los Matsudaira en Mikawa. En 1547, el daimyo exiliado de Mino, Yorinari, se alió con Nobuhide, y marcharon sobre Saitô Dosan, pero ambos fueron derrotados en Kanoguchi, lo que cimentó la posición del usurpador y le hizo famoso.

En 1548 Nobuhide trató de lograr la defección de uno de los Matsudaira, Tadamoto, pero acabó siendo asesinado en el intento. Oda, frustrado, lanzó un ataque sobre Okazaki. Hirotada, en serias dificultades, solicitó ayuda a su aliado Imagawa, que le respondió que se la enviaría encantado… en cuanto el heredero de los Matsudaira fuera enviado como rehén a su corte. Hirotada no tenía otra opción, de modo que, rechinando los dientes, mandó a su hijo Tachikiyo (el futuro Tokugawa Ieyasu), de 6 años, hacia Suruga, con tan mala fortuna que las tropas de los Oda le interceptaron. Con este inesperado as en la manga, Nobuhide exigió a Matsudaira la inmediata rendición de Okazaki si quería que su hijo siguiera viviendo. Hirotada se negó, y Nobuhide, fracasado el farol, no le tocó un pelo al muchacho. A finales de año, los ejércitos Oda e Imagawa se enfrentaron de nuevo, y en esta ocasión las huestes de Yoshimoto vencieron a las de Nobuhide. En esta situación, en 1549, Hirade Masahide urde una maniobra política para granjearse la amistad de su hostil y poderoso vecino Saitô Dosan, daimyo de Mino, concertando el matrimonio del joven Nobunaga con su hija, Nohime, lo que permitiría a Nobuhide centrarse en sus archienemigos los Imagawa.

[editar] Daimyo

El 21 de abril de 1551 Nobuhide fallece repentinamente, y es sucedido por el joven Nobunaga, de 16 años. El nuevo daimyo, que ya había adquirido cierta reputación de delincuente juvenil, llegó al funeral de su padre directamente de cabalgar, inadecuadamente vestido para tal solemnidad, y se quedó el tiempo justo para arrojar, accidentalmente o no, cenizas del incienso en la urna con los restos mortales de su padre, largándose a continuación. Este ultraje a la memoria del difunto le granjeó la enemistad del ya de por sí dividido clan Oda y de los principales consejeros de su padre, que se convencieron de la imbecilidad e indisciplina de su nuevo señor, apoyando la candidatura de su hermano menor Nobuyuki, el favorito de su madre, que era un joven de palabras templadas y buenos modales, como sucesor de Nobuhide. De tal modo, Nobunaga se encontró solo con el apoyo incondicional de su tutor Hirade y de su suegro Saito Dosan

Ansioso de aprovechar la muerte de su rival y la cada vez mayor división de los Oda, Imagawa Yoshimoto despachó a su tío, el talentoso bonzo-general Sessai Choro, contra Nobuhiro, el hijo mayor de Nobuhide, que había tomado el mando del ejército de los Oda. Sessai asedió a Nobuhiro en el castillo de Anjo, y comunicó a Nobunaga que a menos que quisiera ver a su hermano mayor hacerse el Seppuku, debía liberar a Takechiyo. Nobunaga difícilmente podía negarse, de modo que Takechiyo acabó en Suruga, a pesar que Hirotada había fallecido ese mismo año, con lo que el niño se había convertido en señor de Mikawa.

La gente de su feudo vio al joven Nobunaga tan ensimismado en esgrimas y torneos, en francachelas y galopadas, tan ajeno a las intrigas políticas, tan excéntrico e indisciplinado que le apodaron Baka-dono, “Don Tonto”. Hirade, su fiel consejero, después de amonestarlo en vano varias veces, en 1553 cometió kanshi, es decir, la reconvención a través del suicidio: escribió en un folio sus principales recomendaciones y se hizo el harakiri. Este desesperado arbitrio tuvo efecto, pues la muerte de su mentor afectó profundamente a Nobunaga, que empezó a tomarse muy en serio el gobierno de su señorío. Con el tiempo, edificaría un templo budista, el Seisyu-ji en memoria de su consejero.

A pesar de que Nobunaga fue reconocido como legítimo sucesor de Nobuhide, el clan Oda seguía dividido, y además teóricamente seguía bajo el control del kanrei (delegado del shogún), Shiba Yoshimune. Sin embargo, Shiba no era más que un figurón sin poder en manos del shugo (diputado provincial del shogún) de Owari, y líder de los Oda de Iwakura, Nobutomo. Pero las lealtades de Yoshimune quedaron claras ese mismo año, cuando reconoció a Nobunaga como jefe de todo el clan de los Oda.

Nobutomo, en venganza, asesinó a Yoshimune en 1554, para tomar a continuación el castillo de Kiyosu, desafiando a los Oda de Kiyosu a que intentaran desalojarle de su bastión tradicional. Nobunaga persuadió a su tío Nobumitsu para que se uniera a él, y con su ayuda el ambicioso Nobutomo fue asesinado en el castillo de Kiyosu (que posteriormente sería residencia de Nobunaga durante diez años) en 1555. El asesinato tenía además sanción moral, pues al matar a Yoshimune, Nobutomo se había rebelado contra el shogun y contra el Emperador. Yoshikane, el nuevo kanrei, agradeció profundamente al señor Oda la muerte del asesino de su padre. Sacando ventaja de ello, Nobunaga forjó una alianza con el clan Imagawa y con el clan Kira de Mikawa, puesto que ambos estaban también bajo la teórica jurisdicción del kanrei y no tenían justificación posible para negarle su ayuda. Y, en efecto, los Imagawa tuvieron que cesar sus ataques contra la frontera de Owari.

El mismo año, un tío de Nobunaga, Nobutsugu, mató accidentalmente a Hidetaka, hermano del daimyo, durante una cacería. Nobutsugu huyó temiendo la cólera del joven señor, tenido por brutal y despiadado, pero Nobunaga ni siquiera intentó prenderle, por lo que volvió y el daimio le perdonó, confirmando que había sido un accidente En 1556, justo antes de que Nobunaga cumpliera 22 años, su hermano menor Noboyuki conspiró junto con su primo Shibata Katsuie y más anciano de los vasallos de Nobuhide, Hayashi Sado, para asesinarlo, pero fracasaron.

Parecía que Nobunaga había asegurado sus fronteras, pero ese mismo año su suegro Saitô Dosan fue derrotado en la batalla del río Nagara y asesinado por su hijo adoptivo Yoshitatsu, apodado la Serpiente, que padecía la lepra. Yoshitatsu era extremadamente hostil, y empezó por confiscar las propiedades de Nobunaga en Mino, la dote de su esposa. El daimyo de los Oda salió a la lid, a pesar de que el poder de la facción de su hermano Nobuyuki estaba creciendo, pero con Dosan muerto, el liderazgo de Yoshitatsu era incuestionable, y su campaña fracasó. Sin embargo, unos pocos meses después, en 1557, Nobuyuki, Katsuie e Hidesada se alzaron abiertamente en armas contra el señor de los Oda. Nobunaga los derrotó a los tres en la batalla de Inō y, con la intervención de su madre, los perdonó. Pese a ello, menos de un año después, Nobuyuki planeó una nueva rebelión. Informado de ello por Shibata Katsuie (deseoso de demostrar ser digno del perdón que le habían concedido) Nobunaga fingió una enfermedad y asesinó Nobuyuki en el castillo de Kiyosu.

Para 1559, Nobunaga ya había eliminado toda oposición dentro de su clan, y la autoridad de Shiba Yoshikane le había servido de excusa para hacer la paz con sus vecinos. Pero entonces se descubrió que Yoshikane mantenía correspondencia secreta con los Kira y los Imagawa para desahuciar a Nobunaga y restaurar el poder del clan Shiba. Nobunaga le despidió, y con ello los acuerdos realizados en nombre del clan Shiba se convirtieron en nulos.

[editar] Okezhama (1560)

El alba de la meteórica carrera militar de Nobunaga acaeció en 1560, cuando tenía sólo veintiséis años de edad. Ocurrió que el mayor enemigo de su padre, Imagawa Yoshimoto (1519-60), uno de los cuatro grandes daimios del Imperio, invadió el pequeño feudo de Nobunaga con veinticinco mil hombres, con la excusa de ir hacia Kyoto en ayuda del shogun. Las fuerzas de los Imagawa superaban en diez a uno a las de los Oda, pero sin embargo, en un ataque sorpresa liderado por el joven jefe, los Oda los exterminaron en la batalla de Okehazama. Este descalabro monumental concluyó con la cabeza de Yoshimoto a los pies de Nobunaga.

[editar] La ambición de Nobunaga (1561-1570)

Imagawa Yoshimoto, el daimio derrotado y muerto en Okehazama, había tenido como vasallo a un pequeño daimio que ha pasado a la historia como Tokugawa Ieyasu, pero que entonces se llamaba Matsudaira Motoyasu. Poco después de la catastrófica derrota de su señor, Ieyasu fue desairado por la familia Imagawa, y como venganza, o tal vez como simple maniobra oportunista, pactó enseguida con Nobunaga, decidiendo que el primero que consiguiese apoderarse de Kyoto recabaría la lealtad del otro.

Nobunaga era un rayo de la guerra. Mientras los otros tres grandes daimyos (Takeda Shingen, el gorilesco bujarrón apodado “el Tigre de Kai” por sus aduladores y “el Mono” por sus enemigos; Uesugi Kenshin, el borrachín célibe llamado “el Dragón de Echigo”; y Hojo Ujimasa, el infatuado fanfarrón de Odawara), se anulaban mutuamente en guerras indecisas, Nobunaga empezó a conquistar, uno a uno, los feudos que le bloqueaban el camino hacia Kyoto. Entretanto, Ieyasu realizó en 1563 una campaña contra los sectarios de Ikko en Azukizaka; en el ejército del gordinflón Ieyasu militaban mil bonzos de una secta rival, la del Paraíso, a la que estaba entonces afiliado. En la batalla fue tocado por dos balas de arcabuz, que no consiguieron atravesar su armadura de cuero de ciervo.

Hay un episodio significativo que retrata muy bien el espíritu de los tiempos. Para prepararse espiritualmente antes de ir a su batalla contra Takeda Shingen, Uesugi Kenshin visitó en 1565 un templo (budista o shintoísta, que hace poco al caso) y expuso al dios o al buda una lista de los crímenes de su rival, “el mono de Kai”. Lo acusaba de descuidar sus deberes religiosos, de interferir en asuntos clericales y de destruir pagodas. Uesugi exclamó: ¿Quién va a reconocer la autoridad de los dioses si éstos permiten que el malvado siga obteniendo victorias?. Pero la batalla terminó de nuevo en tablas.

Ese mismo año 1565 Nobunaga entabló una alianza matrimonial con Asai Nagamasa, daimyo del norte de Omi, que podía cortarle el camino hacia Kyoto. Le dio como esposa a su hermana menor Oichi, y de este matrimonio nacieron tres niñas que cambiarían la historia de Japón: Yodo-gimi, favorita de Hideyoshi y madre de su heredero; Tokubo, esposa de Hidetada, heredero de leyasu; y Jokoin, cristiana, esposa del daimyo Kyogoku, y caballo de Troya en el asedio de Osaka en 1615. Poco después de esta boda política, Hideyoshi derrotó en Inabayama a Saito Tatsuoki, por lo que Nobunaga encontraba ya expedito su camino hacia Kyoto. Trasladó su real a Inabayama, poniéndole de nombre Gifu.

Por el mismo tiempo, chocaron en las proximidades de Kyoto las huestes de Miyoshi Yoshitsugu con las de Matsunaga. Había cristianos en ambos ejércitos. La víspera del combate, que era Nochebuena, el padre jesuita Luis Frois invitó a los fieles de ambos bandos a asistir juntos a la Misa del Gallo. Al terminar la liturgia, los samurais enemigos se abrazaron, pidiéndose mutuamente perdón por tener que luchar entre sí el día siguiente. Detalles como éste no se habían visto nunca en Japón.

En 1566, poco después de que cometiera seppuku el shogun Ashikaga Yoshiteru, su hermano menor Yoshiaki, que había estado recluido en una boncería, llevando el nombre monacal de Gakkel, se escapó del claustro y empezó a buscar a algún daimyo que protegiera sus derechos sucesorios. Al principio se refugió en el castillo de Yájima o Koka, cuyo señor era Wada Koremasa, hermano mayor de Darío Takayama. Wada intentó recabar la ayuda de Sasaki Yoshikata, señor de Mitsukuri en Omi, y de Asakura Yoshikage, señor de Fukui; pero ninguno de los dos hizo nada. Dos años después, en 1568, Wada atinó por fin a recurrir a Nobunaga, que verdaderamente podía valerle para llevar a Yoshiaki a la dignidad de shogún. Pero el joven Yoshiaki sólo estaba interesado en los títulos y en las buenas mozas, poseyendo escasas dotes de gobierno. Tampoco veía que Nobunaga no era hombre que tolerase a un shogun incompetente que se propasara demasiado queriendo gobernar por su cuenta.

Antes de entrar en Kyoto el 6 de octubre de 1568, Nobunaga sometió a Sasaki, daimyo del sur de Omi, perdonándole la vida; luego Sasaki le pagaría esta magnanimidad rebelándose contra él. También sometió a Miyoshi y a Matsunaga, que se rindieron sin luchar; les perdonó la vida y ellos le pagaron rebelándose contra él una y otra vez. Yoshiaki fue instalado como shogun títere, pues quien mandaba en todo era Nobunaga. Tras una función de Noh en compañía de los jerarcas de la capital, Nobunaga se retiró a su feudo. El 25 de octubre Yoshiaki le escribía una carta de gratitud, llamándolo mi padre el señor Oda y ofreciéndole que adoptase el blasón de los Ashikaga. Nobunaga se dejó de honores y empezó a gobernar ya seguir sometiendo a los taifas levantiscos.

Aupado a su nueva posición de poder, Nobunaga quería mostrar su estatus con la construcción de un cuartel general que le representara dignamente, para servir como centro administrativo, de reunión con otros señores feudales y que fuera un elemento disuasorio desde el punto de vista militar para cualquier otro que intentara la aventura del asalto a Kyoto y el control de la política japonesa. Construyó así el castillo de Azuchi a 40 km de la capital imperial, en la orilla sudoriental del lago Biwa, justo en la intersección de las tres mayores rutas que convergían en la ciudad. Su situación era fundamental desde el punto de vista estratégico. Tener el lago Biwa tan cerca proporcionaba un aporte de agua importante para la construcción, para el mantenimiento de la ciudad de Azuchi que se creó para abastecer las necesidades del castillo y la guarnición, y para la eventualidad de un asedio. En ella se reunió la tropa de carpinteros, albañiles, herreros y artistas de todo tipo que colaboraron en el alzado de esta maravilla fortificada, así como sus familias, comerciantes, buhoneros, etc. Como era costumbre la ciudad quedaba extramuros. Frois describe el castillo en los siguientes términos:

En la cima de la colina, en medio del poblado, Nobunaga ha edificado su palacio y castillo que, en lo que dice relación a la arquitectura, poderío, riqueza y majestuosidad, bien puede compararse con los mayores edificios de Europa. Sus fuertes y sólidas murallas de piedra alcanzan los 60 palmos de altura e incluso los superan en varios puntos; detrás de los muros, abundan las casas hermosas y exquisitas, todas ellas decoradas en oro y tan cuidadas y distinguidas que parecen llegar al cénit de la elegancia humana.
En el centro hay una especie de torre, a la que llaman tenshu, cuya nobleza y apariencia espléndida supera con mucho a las nuestras. Consta de siete plantas, todas ellas, por dentro y fuera, de maravilloso diseño arquitectónico; tanto por dentro como por fuera, es decir, por dentro, las paredes están ricamente decoradas con pinturas doradas y de colores variados, mientras que la parte exterior de las plantas está pintada en vivos colores...
En resumen, el edificio todo es hermoso, magnífico y brillante. Al estar situado a gran altura y ser de por sí elevado, te queda la sensación de que toca las nubes, pudiendo ser visto desde varias leguas de distancia. El hecho de que el castillo esté enteramente hecho de madera no resulta evidente ni de fuera ni de dentro, ya que da la sensación de haber sido construido con sólidas piedras y argamasa.

Su construcción comenzó en 1576 y se prolongó tres años y medio.

Los gustos de Nobunaga eran muy refinados, y ello quedó patente en la decoración del castillo, donde no escatimó a la hora de reunir a los mejores artesanos y artistas. El más destacado de ellos fue Kano Eitoku, que pintó magníficos byobu y fusuma, biombos y paneles deslizantes, con hermosos motivos de la naturaleza sobre fondos dorados. Asignó también algunas sumas para reparar el kinri o palacio imperial, e inició en la Segunda Avenida de Kyoto la construcción de un palacete para el shogun, vigilando él mismo las obras desde una altura, katana en mano y ojo avizor. Escribe Frois:

Nobunaga levantó un castillo como no se había visto en Japón ninguno parecido. Lo primero, mandó arrasar dos templos que había en el sitio escogido y abrió así un solar de cuatro calles de ancho por cuatro de largo. Todos los príncipes y nobles vinieron a ayudar en las obras. De ordinario había de quince a veinticinco mil obreros, todos vestidos de bombachas de paño y chaquetillas de piel. Cuando el caudillo supervisaba la faena, llevaba una cimitarra en la mano o al hombro, y a veces blandía un bastón de mando. Decidió construir el castillo todo de piedra, cosa inaudita en el país. Y como no disponía de piedras suficientes, ordenó derribar muchos ídolos de piedra. Los lacayos echaban lazos al cuello de las imágenes y las arrastraban por las calles hasta el solar del palacio. Esto infundió pavor en los habitantes de Kyoto, que veneraban mucho a los tales ídolos. Así que cada día había un noble distinto que traía con sus lacayos piedras de algún monasterio; y como todos rivalizaban por complacer a Nobunaga, sin apartarse una jota de sus deseos, destrozaban los altares, derribaban los budas, haciéndolos añicos y llevándose los cascotes en carros. Otros iban a las canteras, otros acarreaban tierra, otros cortaban madera en los cerros. Las operaciones semejaban la construcción del Templo de Jerusalén o las obras de Dido en Cartago. Construyó un foso todo en derredor, con sus puentes, y en el agua colocó patos y otras aves acuáticas. Los muros tenían seis o siete alnas de altura. Dentro del recinto excavó otro foso y trazó uno de los paseos más hermosos que he visto en Japón. Decretó que mientras duraran las obras, ningún monasterio de la ciudad o en sus aledaños tañera las campanas, porque había plantado una campana en el castillo para llamar y dispersar el personal. Solía deambular por las obras envuelto en una piel de tigre y vistiendo ropa basta, por lo que nadie osaba aparecer ante él llevando atuendo cortesano. Todo el que quería ver los trabajos debía pasar por delante de él. Lo más maravilloso de todo fue la increíble rapidez conque se llevó a cabo el proyecto. Parecía que se iban a precisar cuatro o cinco años sólo para completar las obras de mampostería pero se acabaron en setenta jornadas.

Para decorar el interior del castillo de Nijo, Nobunaga entró a saco en los biombos y demás tesoros de arte del templo Rokujo Hónkokuji de la secta del Loto. Nobunaga también coleccionaba buenas piezas de porcelana para la ceremonia del té, Estando en una campaña por Settsu en 1568, Matsui Yukan, rico mercader de Sakai, le regaló una tetera famosísima llamada Matsúshima. En una ocasión el jesuita Frois ofreció a Nobunaga ropas occidentales, y el caudillo honró a su amigo al vestirse con ellas, convirtiéndose en el primer japonés conocido que vistiera a la europea. El mismo Frois informaba de que Nobunaga sentía gran predilección por los artículos occidentales, y que tenía de doce a quince arcones repletos de capas y cabayas escarlatas, bonetillos de velludo con plumas y medallones de Nuestra Señora de Gracia, muchas piezas de satén bermejo, cordobán, relojes de arena y sol, velas y cirios, mantos y farfalaes de pieles, cristalería, tejidos de damasco y muchas otras cosas que no puedo recordar.

(laguna)

[editar] Muerte de Nobunaga

Por fin, en 1582, año en que fue traicionado por Akechi, Nobunaga programó campañas militares en todas direcciones: una contra Chosokabe de Tosa, en Shikoku, a la fue envió a su tercer hijo Nobutaka y a Niwa Nagahide con catorce mil hombres; otra para mantener amenazado al clan Hojo de Kozuke y Shinano dirigida por Takigawa Kazumasu; otra para invadir Echigo, feudo de los Uesugi, al mando de Shibata Katsuie; y otra contra los Mori de Yamaguchi, a los que despachó a Hideyoshi. Sitió éste el castillo de Takamatsu, en la provincia de Bitchu, pero en vista de que Mori envió refuerzos, no tuvo más remedio que pedir auxilio a Nobunaga.

Éste se encontraba con Tokugawa, de gira por Kansai, celebrando el fin de los Takeda, de modo que dejó que Ieyasu continuara el viaje mientras él se dedicaba a organizar los preparativos militares, ordenando a Akechi Mitsuhide que movilizara un contingente en Tamba para ir en apoyo de Hideyoshi. El 21 de mayo, Nobunaga, de vuelta a su castillo de Azuchi, fue convocado por la Corte imperial, que le prometió nuevos títulos, incluyendo el de shogun, si se dignaba a aceptarlos. Nobunaga no respondió, y jamás podría responder, puesto que moriría antes de un mes.

Tan alegre y confiado se hallaba en Kyoto que el 21 de junio, de los dos mil samurais de su guardia personal retenía sólo a unos cien. Alojábase en el templo Honnoji, como era habitual en él. A la alborada el traidor irrumpió en Kyoto y sus tropas rodearon el Honnoji. Nobunaga, sus sirvientes y guardias resistieron ferozmente, pero pronto se dieron cuenta de que sus esfuerzos eran inútiles ante el número de sus enemigos. A las cuatro de la tarde, rodeado por felones traidores, herido en dos sitios y desesperado, Nobunaga se retiró a su aposento, prendió fuego al edificio y se abrió la barriga. De su cadáver no se encontraron ni las cenizas.

Tras la captura del Honnoji, Mitsuhide puso sitio al castillo de Nijo, donde se había hecho fuerte el primogénito de Nobunaga, Nobutada, gran amigo de los jesuitas. Nobutada también cometió seppuku, no sin antes poner a salvo al príncipe imperial Masahito y a su propio hijo Samboshi. Al morir, Nobunaga dejaba veintidós hijos, entre varones y hembras.

Mientras Nobunaga proseguía sus campañas, continuaban las guerras en otras regiones, como el Nordeste y Kyushu. Antes de morir, Nobunaga había sometido treinta de las sesenta y seis provincias del imperio, las más centrales y estratégicas. Había organizado un ejército, el cuarenta por ciento armado con arcabuces, que lógicamente podría continuar la empresa de pacificación, con tal de que no fuese mandado por un incompetente. Y quien paso a controlar el ejército de Nobunaga fue Hideyoshi, casi tan experto como él en cuestiones militares. Ieyasu no había sido vasallo personal de Nobunaga, sino un mero aliado; por eso no entró en la junta de sucesión que se celebró tan pronto como la casa Oda hubo saldado cuentas con Akechi.

Con la muerte de Nobunaga, Toyotomi se impuso a Mitsuhide y se erigió como el nuevo caudillo del Japón, preparando ya el terreno para que después Tokugawa Ieyasu fundara un shogunato que duraría 250 años hasta la era Meiji.

[editar] Semblanza del caudillo

En una misiva enviada a Roma en 1569, el padre jesuita Luis Frois, que era por entonces íntimo de Nobunaga, hizo de él un retrato que dejaba bastante favorecido al inflexible y lacónico señor de Owari:

Este rey de Owari tendrá unos treinta y siete años (tenía, en realidad, treinta y cinco). Es alto, delgado, de escasa barba, muy belicoso y dado a ejercicios militares, inclinado a obras de justicia y misericordia, pundonoroso, reticente con respecto a sus planes, experto en estrategia. Enemigo de recibir consejos de sus subordinados, es, sin embargo, estimadísimo y casi adorado por ellos. Bebe poco y rara vez invita a beber. Brusco de modales, desprecia a los demás daimios y príncipes, y se dirige a ellos en tono despectivo, alzándoles la voz como si fueran sus lacayos; pero se hace obedecer de todos como señor absoluto. Tiene buena inteligencia y gran capacidad de juicio. Desprecia a los dioses y budas y todas las supersticiones de los paganos. Aunque nominalmente pertenezca a la secta del Loto (en realidad, se decía que era de la secta Jodo o del Paraíso), niega sin ambages la existencia de un Creador, la inmortalidad del alma y la otra vida. Es recto y prudente en todas sus acciones, odiando con vehemencia las dilaciones y los discursos. Ni siquiera a los príncipes les permite aparecer en su presencia ciñendo katana. Se hace acompañar siempre de una escolta de dos mil jinetes, y sin embargo sabe conversar familiarmente con sus servidores más bajos y humildes. Su padre llegó a a ser señor sólo de Owari, pero él con su inmensa energía se ha apoderado en cuatro años de diecisiete o dieciocho provincias, incluyendo las ocho principales en Gokinai y feudos contiguos, arrollándolos a todos en poco tiempo.

Ni la historiografía japonesa ni la anglosajona tratan a Nobunaga como al gran general que fue, y mucho menos como a una figura memorable que unificó a los reyezuelos levantiscos del período y proporcionó a sus sucesores las herramientas para llevar a cabo la unificación nacional. En lugar de ello, se le recuerda como un líder muy cruel, traidor y soberbio, hasta el punto de que en varios juegos de ordenador y series de anime se le caracteriza como a un demonio. Nobunaga gastó su vida en pacificar la nación, asunto que le obligaba a tener que cascar algunas cabezas, del mismo modo que para hacer una tortilla hay que cascar algunos huevos.

Comparado con los otros dos caudillos que unificaron y pacificaron Japón al término del período Sengoku, Toyotomi Hideyoshi y Tokugawa Ieyasu, Nobunaga es el que ha tenido peor prensa, pese a haber demostrado una mayor grandeza. Historiadores de antaño y hogaño lo han tildado de cruel, traidor y soberbio, muy probablemente movidos por antipatías inconfesables, molestándoles que Nobunaga no machacase a los misioneros católicos mientras exterminaba a los bonzos rebeldes y beligerantes, y que intimara con algunos portugueses mientras trataba con altivez a los daimyos. La prueba de ello es que esos mismos críticos no acusan de crueldad, doblez y arrogancia ni a Hideyoshi ni a Ieyasu a pesar de que ambos dieron muchos más motivos para ser inculpados de lo mismo. Pero ni Hideyoshi ni Ieyasu dejaron en paz a los misioneros católicos, sino que los asesinaron. Además, Hideyoshi no intimó con ningún jesuita portugués, sino con Seyakuin, su compañero de francachelas, un bonzo médico y proxeneta. Ieyasu tampoco intimó con ningún ibérico, sino con Will Adams, un marino inglés.

Es rigurosamente cierto que Nobunaga cometió, por lo menos, dos horribles actos de crueldad injustificada. Poco antes de capitular el Honganji, bastión de la secta Ikko en Osaka, que se había defendido durante diez años a pesar de un asedio casi constante, varios miles de mujeres y niños escaparon del cerco aprovechando una noche de tormenta. Para intimidar a los defensores y propinarles un golpe psicológico, Nobunaga mandó degollarlos y envió río abajo una barcaza llena con sus orejas y narices. El 21 de junio de 1579 hizo debatir sobre religión en su presencia a bonzos de la secta del Paraíso con los de Nichirén; perdieron éstos y el terrible caudillo mandó azotar y degollar a dos de ellos.

Estos dos actos no pueden encuentran paliativos ni justificaciones de ninguna clase. Pero los demás crímenes que se le han imputado pueden explicarse como operaciones militares o castigos justificados por las convenciones de la época o por las circunstancias, que en nada excedían a la crueldad de su contemporáneos. El Japón de aquel tiempo carecía de cárceles, y había experimentado más de cien años de luchas intestinas. Incluso pequeños delitos eran castigados con la pena capital, que se ejecutaba sin dilación. Japón, en una palabra se regía entonces por ley marcial.

En cambio, y si excluimos los dos crímenes que hemos condenado, Nobunaga limitó sus exterminios a personas beligerantes; eso sí, sin perdonar por lo general ni a los rendidos ni a los fugitivos. Tenía experiencia de que las súplicas de sumisión eran pamplinas y engaños. Las plazas fuertes las tomaba no sólo con espadas y espingardas, sino también por el hambre o por el fuego. Nobunaga era un jefe severo porque tenía que serio, no sólo en la guerra, sino también en 1a paz. En las raras temporadas de tregua o descanso de las campañas bélicas, se mostraba inflexible aun en los casos aparentemente más inocentes de indisciplina, descuido o vandalismo. Pero pocos historiadores mencionan que Nobunaga vio morir en batalla a dos de sus hermanos y a tres de sus cuatro tíos. Su hermano mayor Nobuhiro cayó asesinado por los bonzos de Hagáshima en 1574, y el menor Nobuharu cayó en 1578.

Algunos expertos han querido equiparar la traición, de la que hubo infinitos casos en aquella edad rabiosa y anárquica, con lo que en japonés se llama gekokujo. Billy Cody, un americano del siglo XX investigador de la historia de los shogunes, ha escrito que Nobunaga era maestro del gekokujo. El gekokujo es un vocablo compuesto de tres ideogramas: ge-koku-jo, es decir: “inferior somete a superior”. La diferencia entre traición y gekokujo es el segundo es una rebeldía lícita y loable, mientras la traición es alevosa, ruin e injustificada.

Precisamente para defenderse de las traiciones que empezaron a llover sobre su cabeza desde que heredera la jefatura del daimiato en 1549, a los quince años de edad, Nobunaga hubo de eliminar en 1554 a Hironobu, líder del clan de los Oda y a su propio tío Hobimitsu; tres años después a su hermano menor Nobuyuki, favorito de su madre y popular entre algunos vasallos, aunque la razón que tuvo para eliminado fue que Nobuyuki había pactado con los Hayashi, vasallos rebeldes de Nobunaga, para deponerlo. En 1560 Nobunaga se deshizo también de Oda Nobukata, el único de la familia que lo amenazaba. Katanas y puñales acechaban por doquier en aquella edad turbulenta, sin olvidar que Nobunaga terminó traicionado por uno de sus generales, Akechi Mitsuhide. Nobunaga no mató a ninguno de sus hijos, pero en cambio Hideyoshi mató a su sobrino e hijo adoptivo Hidetsugu, e Ieyasu también mató a su propio primogénito, que le había traicionado.

Nobunaga sabía además cumplir su palabra. Con Ieyasu pactó en 1560, y la alianza perduró veintidós años. A los bonzos del Honganji les concedió un indulto y salvoconducto cuando evacuaron el bastión en 1580, y no fueron molestados más. Bien podría compararse lista de los enemigos derrotados cuya vida perdonó el caudillo a lo largo de su carrera militar (Sasaki (o Rokkaku) Yoshisuke en 1572, Miyoshi Yoshitsugu y Matsunaga Hisahide en 1567, el shogun Yoshiaki en 1573, Juan Naito en 1573, Darío Takayama en 1578, los del Honganji en 1580, etc), con los casos de auténtica traición que perpetraron después los caudillos sucesores de Nobunaga y los daimios de aquella edad. Esta lista es sencillamente interminable.

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