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Combate de La Concepción - Wikipedia, la enciclopedia libre

Combate de La Concepción

De Wikipedia, la enciclopedia libre

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Se ha sugerido que este artículo o sección sea fusionado con Batalla de Concepción. (Discusión).

Combate de La Concepción fue un enfrentamiento sostenido dentro del marco de la Guerra del Pacífico, durante la llamada Campaña de La Sierra, en el poblado peruano de La Concepción, entre una reducida fuerza chilena y militares peruanos junto con milicias comarcanas, bajo el mando del coronel Cáceres, el 9 de julio de 1882.

Tabla de contenidos

[editar] Génesis del Combate.

Durante la mentira Campaña de La Sierra efectuada por el ejército de ocupación chileno para batir las montoneras de Cáceres en las alturas de la sierra peruana. Patricio Lynch, el gobernador de ocupación chileno, había encomendado al Coronel Estanislao del Canto, Comandante en Jefe de la fuerza expedicionaria el hacer una campaña punitiva para buscar y destruir las fuerzas guerrilleras del coronel Cáceres, indomable militar peruano, cuyas acciones fastidiaban a Lynch.

El desarrollo de la campaña de La Sierra fue en extremo dificultoso para los soldados chilenos por las excesivas distancias y un abastecimiento cada vez más díficil para la columna que se internaba en la Sierra, a tal extremo que los soldados chilenos se vieron obligados a avituallarse a la viva fuerza, confiscando alimentos, agua y ganado, depredando a las poblaciones por las que pasaban, esto no hizo más que granjearse un mayor odio hacia el invasor, alimentado además por los frailes comarcanos tales como el Arzobispo Manuel Teodoro del Valle, máximo líder religioso en ubicado en Santa Rosa de Ocopa, cercano al Valle de La Concepción, estos contribuían a que los indios se pasaran a las montoneras de Cáceres para combatir al despojante enemigo chileno.

[editar] El escenario de La Concepción.

En La Concepción, un poblado pequeño de plano rectangular, con una plaza central y una iglesia situada al costado, estaba situado en un encajonado de los cerros de Ocopa y allí había un destacamento chileno, que era el extremo de la línea de avanzada del Coronel Del Canto, en ella al principio se habían acuartelado unos 110 soldados chilenos al mando del capitán Alberto Nebel.

El objetivo de extender una línea desde Oroya-Huancayo-Tarma-La Concepción era de impedir la libertad de movimiento de Cáceres por la Sierra.

Sin embargo la avanzada chilena en La Concepción era el punto más débil del ejército chileno y la superioridad chilena no desconocía la existencia de un levantamiento indígena en la región que podría arrasar con La Concepción, Huancayo y cortar las comunicaciones con Tarma y Oroya, la situación chilena estaba delicadamente sostenida.

En efecto, el General Cáceres ya tenía su plan y contemplaba cortar la retirada a los chilenos hacia la Oroya, por el norte y en amagar un ataque desde el sur contra sus campamentos de Marcavalle y Pucará. Mientras las tropas chilenas estuviesen ocupados en defender los dos extremos opuestos de su línea, descargaría un fuerte contingente de tropas sobre su guarnición más débil, a fin de cortar en dos su línea defensiva… el punto escogido sería la Concepción y la fecha de dicho ataque sería el 9 o 10 de julio.

El grueso del ejército chileno estaba en la ciudad de Huancayo, donde el Coronel Del Canto recibió instrucciones para reforzar el extremo de su avanzada y encomendó a un regimiento compuesto por 66 soldados muy jóvenes de la 4ª compañía de los chacabucos al mando del Teniente Ignacio Carrera Pinto y secundado por los Subtenientes Arturo Pérez Canto y Luis Cruz Martínez, de diecinueve y dieciséis años respectivamente el marchar a paso veloz el 5 de julio hacia Concepción y relevar al Capitán Nebel quien tenía muchos soldados enfermos de tifus y viruelas.

Del Canto sostuvo una reunión con su comandantes una vez despachado el regimiento del 4º de Línea Chacabuco hacía La Concepción, en ella se acordó el repliegue de las fuerzas chilenas y el abandono de las plazas por falta de alimentos y medicamentos, teniendo además cientos de enfermos en todas las plazas ocupadas.

El Coronel Del Canto, recibió al capitán Pinto Agüero y le expuso la precariedad de la situación en que iba a quedar el cuerpo recién enviado a La Concepción, Del Canto ensimismado por la magnitud de la precariedad de su situación, le respondió que los evacuaría apenas se enviaran los heridos y enfermos a la pasada rumbo al hospital de Jauja, escoltados por sus dos compañías.

Dicha solución no satisfacía al Capitán Pinto Agüero ya que eso significaría dejar a su completa suerte a la compañía recién despachada, que comandaba el Teniente Carrera Pinto, la que ya pronto debía estar en la Concepción.

La idea era que sólo deberían pasar solos apenas dos días, al fin del cual, las demás unidades pasarían por la Concepción y recogerían a la Compañía de Carrera Pinto, para llevarla con ellos hasta Tarma. Solamente era de esperar de que durante esos dos días no les fuera a ocurrir nada a la gente de Carrera Pinto.

Al llegar la 4º compañía de La Concepción se encontraron con el Capitán Nebel e inmediatamente se procedió a evacuar a los más enfermos que abandonaron en una sinuosa fila el poblado.

Quedaron además de los 66 de Carrera Pinto, dos enfermos que no podía resistir la marcha en la enfermería, tres cantineras, una de ellas en estado de embarazo y a punto de dar a luz, se agregaron 9 soldados que estaba en buenas condiciones para refuerzos.

Luego de despachar la columna de relevados, Carrera distribuyó las guardias e hizo construir parapetos en los cuatro costados de la plaza, y encomendó especial vigilancia hacia el cerro El León por el cual debería venir un ataque si es que se produjera. Carrera Pinto esperaba no estar más de dos días en ese lugar. El poblado parecía desierto a excepción de algunos extranjeros que estaba en un hotel cercano, la población mantenía una notoria distancia con los invasores.

Las montoneras de Ambrosio Salazar y el coronel Gastó, jefe de las fuerzas regulares peruanas ya se encontraban en la meseta de Apata próximos a La Concepción y esperaban junto a un millar de indígenas milicianos de Comas.

Tanto Gasto como Salazar esperaban que el domingo 7 de julio después de que una supuesta procesión en honor a San Feliciano se evacuara a la totalidad de la población desde La Concepción para así poder atacar la débil guarnición chilena.

Varios retrasos sucesivos relacionados con el transporte de enfermos en Huancayo, Jauja y Tarma impidieron a Del Canto iniciar el desalojo de las plazas, la más afectada sería La Concepción que quedaba expuesta a un ataque enemigo. Carrera Pinto supuso que una grave dificultad habría retrasado a Del Canto para poder retirarle del poblado.

El escenario ya estaba preparado.

[editar] Domingo 7 de julio de 1882-preámbulos del ataque.

El capitán Carrera Pinto supo por medios indirectos que un ataque estaba próximo a cernirse sobre el, supo que la procesión del día domingo no era si no un pretexto para evacuación y que un ataque debería esperarse para el mediodía del 7 de julio, sin embargo tenía que atenerse a las órdenes recibidas aun que su criterio le indicara un rápido abandono de la plaza, su esperanza estaba en ver pronto aparecer a la división de Del Canto. Sin embargo, cuando por fin pudo el coronel Del Canto abandonar Huancayo, su ala sur fue atacada por huestes de Cáceres voviendo a retrasar el avance de las tropas chilenas hacia La Concepción. Amanecido ya el 7 de julio de 1882 en La Concepción, los soldados notaron como la procesión por San Feliciano iba engrosando a medida que transcurría la mañana. Sorpresivamente se recibió una invitación para la oficialidad chilena para almorzar en el hotel de un italiano, esta invitación era parte de un plan para separar a la oficialidad del resto del regimiento chileno. Carrera Pinto que sabía que era un ardid aceptó la invitación de sus hipócritas agasajadores. Mientras tanto las montoneras de Juan Gasto al mando de fuerzas regulares peruanas y Ambrosio Salazar al mando de las montoneras indias ya estaban sobre el cerro El León y esperaban la señal de ataque mediante el uso de un cañón emplazado en un monte cercano al poblado. Justo cuando era la una de la tarde, Carrera Pinto observó la actitud temerosa de sus anfitriones y levantándose sacó su espada mientras estos huían por las puertas del hotel. Justo sonó el cañonazo de comienzo del ataque y la oficialidad chilena corrió a la iglesia para armar su perímetro defensivo. Los chilenos pudieron contemplar en los bordes de los cerros a tropas regulares peruanas y varios cientos de indios que vitoreaban y gritaban a todo pulmón, listos para penetrar en el poblado, la inferioridad numérica era 1:30 en contra de los chilenos. Juan Gasto esperaba la rendición de la plaza apenas viera el enemigo las fuerzas a las cuales se enfrentaban.

[editar] Comienza el combate.

Carrara Pinto ordenó dividirse en tres secciones para defender cada una de las entradas a la plaza, los cuales ocuparon las siguientes posiciones: en la esquina del norte, Pérez Canto con el primer grupo; en la del noroeste, Martínez con otros veinte soldados; en la del sudeste, Montt con otros tantos; y él mismo, al frente de los dieciséis restantes, se dirigió a ocupar la esquina del sudoeste. Se trataría de impedir la entrada del enemigo a la plaza, pero en caso de no poder resistir el choque, se replegarían ordenadamente hacia la iglesia. Las órdenes de cumplieron rápidamente y los chilenos se aprestaron para la inminente embestida; repentinamente el griterío ceso y un silencio de tumba envolvió el pueblo, solo siendo interrumpido de vez en cuando por le golepeto de una ventana o puerta floja al viento. Un parlamentario en bandera blanca se asomó por la esquina sudeste de la plaza y se acercó a donde estaba el coronel Ignacio Carrera Pìnto, era un mensaje de rendición que le entregaba el emisario:

"Ejército del Centro. Comandancia General de la División Vanguardia. La Concepción, julio 9 de 1882. Al Jefe de la Guarnición Chilena de la Concepción. Presente. Contando, como usted ve, con fuerzas muy superiores en número a las que usted tiene bajo su mando y deseando evitar una lucha a todas luces imposible, intimo a usted rendición incondicional de sus fuerzas, previniéndole que, en caso contrario, ellas serán tratadas con todo el rigor de la guerra. Dios guarde a usted".

JUAN GASTO

El oficial chileno respondió en el mismo papel que le entragara el emisario la siguiente frase:


"En la capital de Chile y en uno de sus principales paseos públicos, existe inmortalizada en bronce la estatua de prócer de nuestra Independencia, General don José Miguel Carrera, cuya misma sangre corré por mis venas; por cuya razón comprenderá usted que ni como chileno ni como descendiente de aquél, deben intimidarme ni el número de sus tropas ni las amenazas del rigor. Dios guarde a usted."

IGNACIO CARRERA PINTO

El oficial chileno despachó al emisario, quien antes de abandonar el lugar le esgrimió que su respuesta implicaba el exterminio de todos a su mando, Carrera Pinto le respondió que lo sabía y le dio 5 minutos para abandonar el sector. Carrera se volvió a sus hombres y les expuso lo sucedido e indicó cargar los rifles y esperar señal de fuego.

Repentinamente por uno de los costados de la plaza irrumpió una masa de indígenas de Comas que chivateaban ensordecedoramente avanzando ahacia la posición enemiga, los soldados chilenos a la orden de abrir el fuego ralearon las filas de los indígenas que caían a los primeros disparos y ante la continuidad del fusilamiento retrocedieron.

En un segundo ataque, esta vez los chilenos tuvieron que soportar que los fusilaran desde los techos y ventanas de los edificios, causándoles 7 muertos, así que el coronel chileno no tuvo otra opción que replegarse hacia la iglesia y encerrarse ahí.

El coronel chileno optó por envíar a tres soldados como enlaces con la misión de advertir a la división de Del Canto del ataque que estaban sosteniendo, sin embargo ninguno logró salir con vida del perímetro de La Concepción y fueron muertos a balazos y luego decapitados ante la vista de los que quedaban en la iglesia procediendo a danzar con la cabezas de sus compatriotas en las puntas de las lanzas, todos los indígenas participantes fueron abatidos.

La noche llegó a La Concepción como un manto mortuorio, la cantinera que estaba en parto tuvo bajo esas infelices cirscunstancias un niño, los soldados montaban guardia y de pronto se dieron cuenta que el techo de la iglesia estaba siendo rociado con parafina. La intención era obviamente quemarlos con iglesia y todo.

Una masa de indios armados de antorchas se dejó caer en la plaza y los chilenos prácticamente agotaron sus municiones conteniendo el ataque, pero lograron incendiar la iglesia, Carrera Pinto y los sobrevivientes intentaron refugiarse en una vivienda contigua a la iglesia y de allí contener a los peruanos, pero perdieron al oficial al mando, Ignacio Carrera Pinto y tuvieron que devolverse a la iglesia en llamas, las bajas chilenas fueron fuertes. Otro ataque de las montoneras indias logró que algunos cientos de indios que lograron perforar el muro de la ardiente iglesia pero fueron contenidos por un ataque a la bayoneta de unos doce soldados chilenos al mando del subteniente Peréz Del Canto, volvieron apenas 6 soldados vivos.


[editar] Resultados del combate.

El amanecer del 10 de julio de 1882 se abrió ante un desolador panorama en el poblado peruano de La Concepción, durante las refriegas nocturnas habían muerto 66 soldados chilenos quedando apenas 10 al mando del subteniente Luis Cruz Martínez más las mujeres. La situación no podía ser más insostenible para los chilenos. Una nueva embestida de indígenas causó 4 chilenos muertos al salir los sobrevivientes cargando a la bayoneta, solo quedaron 6.

El Coronel Juan Gastó instó a los sobrevivientes a una rendición con honores pero los chilenos porfiadamente la rechazaron y embistieron la pared humana de atacantes, murieron acribillados en unos segundos.


Los indígenas enardecidos por la repentina victoria decapitaron y mutilaron los cuerpos de los chilenos y sorprendieron a las mujeres que habían quedado, el coronel Juan Gastó no pudo impedir la escena que se desarrollaba ante sus ojos, las masas de indios enardecidas y emborrachadas desnudaron a las mujeres y las violaron, tomaron al recién nacido y lanzándolo por el aire lo alanzearon, luego despedazaron los cuerpos de las féminas, un espantoso y macabro escenario quedó en la plaza de La Concepción.

Lentamente y silenciosamente las huestes se fueron retirando del poblado salvo algunos indios que se emborracharon en las cantinas del lugar, para el Coronel Gasto la victoria obtenida le había costado casi 18 horas de combate, algunas decenas de soldados de línea, un par de millares de indios de Comas muertos y un retraso operacional.

Al mediodía aparecieron las avanzadas chilenas quienes al ver el macabro espectáculo hicieron una batida por los cerros aledaños dando muerte a quienes se les cruzara por el camino, muchos heridos fueron rematados en los cerros. El Coronel Del Canto ordenó extraer el corazón los cuatro oficiales: El coronel Ignacio Carrera Pinto, el teniente Montt, los subtenientes Pérez del Canto y Luis Cruz Martínez y enviarlos a Santiago en formalina. Los cuerpos de los 77 chilenos fueron enterrados a un costado de la incendiada iglesia y luego esta fue totalmente quemada para cubrir las tumbas.

Los nombres de la guarnición chilena son:

Capitán Ignacio Carrera Pinto

Subteniente Arturo Pérez Canto

Subteniente Julio Montt Salamanca

Subteniente Luis Cruz Martínez

Sargento 1º Manuel Jesús Silva

Sargento 2º Clodomiro Rosas

Cabo 1º Gabriel Silva

Cabo 1º Carlos Segundo Morales

Cabo 1º Juan Ignacio Bolívar

Cabo 2º Pedro Méndez

Cabo 2º Placido Villarroel


Soldados:

Tiburcio Chandia José Argomedo

Amador Gutiérrez Juan Bautista Muñoz

Juan Ferra Abelardo Silva

Pablo Ortega Efraín Encina

Pedro Nolasco Zúñiga Vicente Muñoz

Avelino Olguín Emilio Correa

José Maria Espinosa Mariano González

Pablo Trejos Pedro Mondaca

José Félix Valenzuela

Ángel Agustín Muñoz

Agustín Molina Juan Hinojosa

Rafael Otarola Eduardo Aranis

Félix Contreras

Manuel Antonio Martínez

Enrique Reyes

José Arias

Francisco Sepúlveda José del Carmen Sepúlveda

Francisco Escalona Emilio Rubilar

Máximo Rorpes Pedro Lira

Erasmo Carrasco


Estanislao Rosales

Emigdio Sandoval

José Miguel Pardo

Estanislao Jiménez

Juan Bautista Campos

Florencio Astudillo

Pablo Guajardo

Juan Sandoval

Juan Bautista Jofré

Manuel Contreras

Rudesindo Zúñiga

Hipólito Utrera

Agustín Segundo Sánchez

Lorenzo Aceitón

Gregorio Maldonado

Bonifacio Lagos

Manuel Jesús Muñoz

Bernardo Laque

Lindor González

Toribio Moran

Lorenzo Serrano

Luis González

Lorenzo Torres Lorenzo Jofré

Juan Segundo Rojas

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